Biomimesis puede entenderse de una manera sencilla como la imitación de la naturaleza a la hora de reconstruir los sistemas productivos del hombre con el fin de hacerlos compatibles con la biosfera. Su desarrollo, aunque reciente, ha experimentado una aceptación casi global en un entorno de incertidumbre y miedo hacia los rápidos cambios que experimenta el planeta, cambios peligrosos que ponen en riesgo al culpable de los mismos: el hombre.
El aspecto más importante de la biomimesis no radica como tal en la tierra o los ecosistemas, sino la búsqueda de la preservación de la especie humana, es un homenaje de respeto a las futuras generaciones, si bien, un poco egocéntrico.
La sustentabilidad es entonces, el eje de motivación para el desarrollo de proyectos que buscan consumir la menor cantidad de recursos naturales y a la vez desechar lo menos posible hacia el exterior, teniendo en mente las repercusiones que estos desechos pueden ocasionar en un futuro, viendo hacia el mismo.
Los detractores que bien podrían argumentar la incapacidad de la biomimesis arquitectónica por verse realmente natural tienden de atacar lo "insostenible" que es financiar muchos de estos proyectos. Además, parece ser que más que ciencia, esta corriente tiene un trasfondo pasional, ético y con una grave carga de culpa por los daños del pasado.
¿Es importante girar hacia la sustentabilidad arquitectónica para lograr una mayor armonía con el planeta? Si. Pero debemos tomar en cuenta que existe una grave limitación actualmente en la búsqueda por esta armonía, siendo esta, principalmente el impacto que una construcción tiene sobre un área que bien podría ser bosque.
En vísperas del nacimiento del bebé número 7 billones, debemos detenernos y plantear si se ha hecho suficiente, o si algún día será posible que todos tomemos del planeta lo menos posible, sin emitir desechos, o si tal vez, todas las construcciones humanas puedan imitar al mundo natural.
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De acuerdo a recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS), para garantizar un adecuado desarrollo de los humanos en un entorno urbano, las ciudades deben tener entre 10 y 15 metros cuadrados de áreas verdes por ciudadano. En el caso de Puebla, contamos con menos de 2 metros cuadrados por persona, por lo cuál, es indispensable fomentar el desarrollo de parques y construcciones responsables que garanticen el cumplimiento de estas normas, para mejorar la calidad de vida de los habitantes y garantizar un mejor futuro para los jóvenes. 
